domingo, 14 de noviembre de 2010

La gata encantada

Hace mucho tiempo había un hombre muy rico y famoso que tenía una gata que era muy bella. Tenía un pelaje muy bonito y adornaban su cuello lindos lazos de colores.

Tenía largos bigotes, unos colmillos muy blancos y unos hermosos ojos como el mar en un día de verano. Aquel hombre quería mucho a la gata porque era muy cariñosa y se acurrucaba junto a él para dormir.

Caminaba a su lado cuando paseaba, y por eso le hablaba con frecuencia. ¡Ojala fueses una bella doncella! repetía aquel hombre mientras acariciaba la cabeza de su gatita.

¡Miau! ¡Miauuu! le contestaba cariñosa la gata, mirándole con sus hermosos ojos.

Si ya lo sé, ya lo sé. Eres sólo una gatita; le decía él, muy triste por no tener a nadie tan cariñoso como la gata a su lado. Pasaban los días y aquel bondadoso caballero la quería cada vez más.

Hasta que un día decidió hacer una petición a Venus, la diosa de la belleza. ¡Ay, señora! Si conviertes a esta gata en mujer, te daré muchos regalos; le pidió a la diosa, esperando que ésta le escuchara.

La diosa le oyó y convirtió a la gata en una muchacha. Era preciosa y, además, muy simpática y amorosa. Tanto, que aquel hombre se enamoró de ella. Y decidieron que, como se querían los dos, se casarían.

Llegado el día de la boda, al empezar la fiesta, entró el novio muy bien vestido. Sonaron las flautas y llegó la joven muchacha. Iba con un velo y un vestido de color rosado, muy bello. Era una escena linda porque la joven era muy guapa.

Estaba todo listo para comenzar la ceremonia cuando la diosa Venus, que era muy traviesa, quiso gastarles una broma. Hizo que pasara muy cerca de los novios un ratoncito pequeñito.

Uno de esos ratones de campo que tanto le gustan a los gatos. Al principio nadie lo vio. Pero cuando se dieron cuenta, todos invitados se apartaron. Algunos incluso se subieron a las sillas. Otros se escondieron tras un armario.

Sin embargo, la muchacha dio un salto y empezó a correr detrás de él. Todos se dieron cuenta que, aunque era una muchacha muy bella y parecía toda una señorita, su corazón seguía siendo el de un gato.
El pobre novio pasó tanta vergüenza que pidió a la diosa que convirtiera de nuevo a la muchacha en gata. Así lo hizo Venus, y aquel hombre, comprendiendo su error, con el tiempo encontró una buena muchacha con la que se casó. Y vivió muchos años feliz, cuidando los dos a su querida gatita.

Mensaje: Cuando uno siente un aprecio por algo o alguien como en el caso de este hombre, no debe sentir apego a lo que tiene, porque si sienten apego el daño se lo ocasionarán ustedes mismos, y a su prójimo.

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